ALTERACIONES DEL SUEÑO
El sueño es un excelente indicador del estado de salud de las personas. Los problemas de salud que generan alteraciones en el dormir son muy numerosos y constituyen hoy en día, uno de los problemas de salud más importantes en la sociedad.
Estudios recientes revelan que aproximadamente un 30% de las personas tiene una mala calidad del sueño (alteraciones en la duración, latencia, y/o número de despertares).
Lo más frecuente dentro de los problemas del sueño, son las dificultades para conciliar y/o mantener el sueño nocturno, la excesiva somnolencia diurna y la dificultad para levantarse.
La Sociedad Española de Neurología (SEN) estima que entre un 20 y 48 por ciento de la población adulta española y que entre el 20-25 por ciento de la población infantil sufre dificultad para iniciar o mantener el sueño.
El insomnio, el síndrome de apneas-hipopneas del sueño, trastornos del ritmo circadiano, el síndrome de las piernas inquietas, las parasomnias NREM, el trastorno de conducta durante el sueño REM, la narcolepsia o la hipersomnia idiopática, son los trastornos del sueño más habituales entre la población española.
El sueño es un estado activo en el que suceden modificaciones metabólicas, hormonales y bioquímicas necesarias para un buen funcionamiento del organismo durante la vigilia.
Está involucrado en infinidad de procesos fisiológicos, como la consolidación de la memoria, la regulación hormonal, el control de la respuesta inmune e inflamatoria, la regularización vascular, el procesamiento emocional, por lo que una mala calidad de sueño suele ir asociada a numerosos problemas de salud, así como a un mayor riesgo de desarrollar enfermedades.
La falta de sueño puede contribuir al desarrollo de:
Aumento del apetito y obesidad.
Disminución de la sensibilidad a la insulina y diabetes.
Hipertensión arterial.
Aumento de los niveles de cortisol y estrés.
Aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares y mortalidad. (Khan y Aouad, 2017).
Son varios los mecanismos en común que relacionan la pérdida de sueño, la diabetes y la obesidad, siendo estos dos últimos factores de riesgo consecuentes de no dormir las horas suficientes.
La privación del sueño provoca un aumento de la actividad nerviosa simpática, un aumento de los niveles de cortisol por la noche y un aumento de los niveles de la hormona del crecimiento (GH) durante el día. Todos estos pueden, a su vez, conducir a un aumento de la resistencia a la insulina y la reducción de la tolerancia a la glucosa, y por lo tanto aumentar el riesgo de desarrollar diabetes.
La pérdida del sueño también afecta las hormonas implicadas en la regulación del apetito: los niveles de leptina, un factor de saciedad, son más bajos y los niveles de grelina, un estimulante del apetito, son mayores.
Pero, además, se ha demostrado que la reducción de la duración del sueño causa, a corto plazo, deterioro en la función cognitiva y ejecutiva. Y, a largo plazo, la falta de sueño se ha asociado a una mala salud cerebral, aumentando el riesgo de padecer enfermedades neurológicas (como cefaleas, ictus, Parkinson o Alzheimer) y mentales (depresión, ansiedad o psicosis).
Con la pérdida de sueño aumenta la actividad del sistema nervioso simpático y el sistema eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal (HPA), aumentando los niveles de cortisol y generando estrés. Una secreción excesiva de cortisol, como en casos de estrés crónico, afecta negativamente a estructuras neuronales como es el hipocampo, produciendo una falta de memoria, de atención y de concentración.
Diversos estudios han demostrado que la pérdida de sueño está asociada a una disminución del sistema inmunitario, ya que éste es controlado por los ritmos circadianos del sueño, disminuyendo la producción de células B y T y la actividad de las células NK (Han y cols., 2012), lo que aumenta la susceptibilidad de contraer infecciones.
Hallazgos recientes sugieren que el sueño juega un rol de mantenimiento que elimina toxinas del cerebro que se almacenan mientras se está despierto.
La alteración del sueño es uno de los factores que más impacto tiene en el deterioro de la calidad de vida de las personas, afectando a todos los aspectos de su vida (salud, estado emocional, relaciones personales, relaciones laborales...)
El Tratamiento Osteopático de las alteraciones del sueño tiene como objetivo modular la función de los sistemas encargados de regular el ciclo vigilia-sueño a través de técnicas de estimulación y/o inhibición del sistema nervioso neurovegetativo, así como del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal.

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